La vida de cada inmigrante es particular, pero a pesar de ello la mayoría pasamos por situaciones en el fondo similares. De la forma en que cada persona asuma su vida y supere sus limitaciones y problemas diarios se verá el éxito o el fracaso, la alegría o la frustración en el proceso de vivir en su nuevo país de acogida.
A continuación les propongo los siguientes pensamientos y reflexiones para mirar si algo anda mal en algunos aspectos personales y así generarle a cada uno sus propias ideas de mejora.
¿Estaremos escapando de algo?
Cuando uno emigra hacia este lugar, e imagino que a cualquier otro, uno piensa al comienzo (aunque sea en el fondo) que todo lo de la vida va a mejorar, y casi todo lo que le sucede y todo lo que ve en torno a dicha emigración es maravilloso. Tal vez, pero las cosas no son o no van a pasar siempre como uno se las imagina.
¡Es normal! la vida en el fondo es la misma aquí o en cualquier otro país. Uno a veces se mete ideas en la cabeza y se convence que inmigrando a otro lugar, o inclusive cambiando de creencias todo va a cambiar en la vida y con eso va a librarse de las cosas que no le gustan ¡pero no! Realmente el que debe mejorar es uno mismo desde adentro, desde la raíz. Es un trabajo personal. La inmigración por sí sola no nos va a cambiar y mucho menos quitar nuestros defectos ni nuestros fantasmas.
Los miedos y sus diferentes formas
Resulta que uno inmigrando y aun viviendo aquí desde hace varios años se enfrenta con un montón de miedos, miedos que uno tenía desde su lugar de origen, temores y nervios que muchas veces se aumentan en situaciones de estrés como cuando nos escuchamos nuestra forma hablar el idioma de aquí cuando estamos discutiendo un tema serio o delicado con gente local (cuando hablamos como dudando mientras buscamos la palabra correcta) en una lengua que «no es la de nosotros» y uno, es verdad, se puede asustar. Es un ambiente diferente al ambiente de origen. Bueno, por lo menos a mí eso me pasa (aunque afortunadamente cada vez menos).
Este este párrafo es solamente para recordarnos algo que creo que todos sabemos y practicamos, unos más que otros: que nos valoremos como personas ¡y bastante! porque valemos mucho, no importa si somos de aquí o de allá, da igual. Debemos valorarnos con humildad pero sin caer en la pasividad, ni en la soberbia, o sea sin exageraciones para un lado ni para el otro. También quiero motivarnos a que no dejemos las cosas a la suerte: siempre informémonos bien de todo, y preferiblemente con buena anticipación, para tomar las buenas decisiones, para saber qué decir, para saber cómo decirlo. Estudiemos las normas y leyes locales, así como las costumbres y cultura. Y por último no olvidemos, y repito: no olvidemos estudiar y practicar bien los idiomas del lugar en donde estamos porque esto nos dará más seguridad para hablar y bien expresar nuestras ideas.
Los bajones de ánimo
Ahora cambiaré un poco el tema. Como todos sabemos, hay muchos altibajos en la vida y muchas veces uno no tiene ni la energía ni el ánimo para hacer nada. Hay diversas razones que ocasionan esto, desde los problemas del hogar hasta la falta de vitaminas y minerales.
Aprovechemos los momentos de los altibajos para ver dentro de ellos oportunidades escondidas, oportunidades para mejorarnos en otros aspectos a los que nunca les ponemos interés. Me explico: si probablemente no tenemos energía para algo, seguramente sí la tendremos para otra cosa diferente; entonces aprovechemos ese momento para mejorarnos en áreas diferentes a las que normalmente vemos «cuando estamos bien», que generalmente sería nuestro punto de vista habitual.
La historia de la mala cantante
Para finalizar, y volviendo al tema de escapar de nuestros problemas yéndonos bien lejos, les voy a contar una pequeña historia que una vez nos contó un profesor de coro cuando yo estaba en la universidad. Pongo la historia, a mí me sirvió:
«En un pueblo en las entrañas de Irlanda, hace muchos, muchos años existía una señora que cuando cantaba, todo el mundo decía que era muy desafinada, y que ese canto no sonaba para nada agradable. La señora, siempre orgullosa y para nada humilde, se decía: «¡No!, ¡yo no soy desafinada!, ¡lo que pasa es que la gente aquí no me sabe escuchar, no les gusta mi estilo de cantar!»
Entonces, un día la señora decidió irse de su pueblo para otro país, con otra cultura, uno bien lejano. «-Seguro allá si sabrán apreciar mi bello canto», la señora repetía.
Cuenta la historia que la señora se instaló en su nuevo hogar, estaba muy feliz ¡y nadie la conocía!, ¡nadie de allí tenía contacto con sus antiguos vecinos! ¡No había nadie que tuviera prejuicios acerca de ella!
Y un día la señora comenzó a cantar en una de las fiestas de su nuevo pueblo…
¿Y se imaginan que pasó?…
¡Lo mismo que le pasaba en su lugar de origen!…»
La enseñanza de la historia que el profesor nos dio es:
No niegues ni escapes de tus problemas, enfréntalos y mejora tu situación. Y si realmente no puedes mejorar en ese tema, entonces cambia de estrategia, de profesión, o de lo que toque pero el caso es que mejores y estés bien contigo y con tu medio social y ambiental.
Notas finales
Ésta ha sido una mezcla de reflexiones basadas en las experiencias mías y de varias personas que han estado a mi alrededor durante estos años en Canadá. He intentado describir y matizar un poco algunas de las etapas “oscuras” que pueden afectar la salud mental de un inmigrante. Espero de esta forma ayudarle a reflexionar y sacar conclusiones personales positivas y de automejora a los lectores a quienes estas situaciones les apliquen.
Muchas gracias por leerme, ¡nos vemos en la próxima entrada!
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